Es momento de abrirnos, no de cerrarnos. Es momento de ser y de estar, no de aparentar y de juzgar. Es momento de reir, no de llorar. Es momento de disfrutar, no de sufrir. Es momento de cantar y bailar, no de ahogar nuestras gargantas y permanecer estáticos. Es momento de meditar y evolucionar, no de reaccionar e involucionar. Es momento de amar, no de tener miedo. Es momento de conectar con la Naturaleza, no de seguir asfaltando nuestra vida. Es momento de salir de nuestra mente y vivir en nuestro corazón. Es momento de tender una mano, no de cerrar el puño. Es momento de reconocernos como hermanos, no fomentar rivalidades. Es momento de brillar, no de apagar fuegos. Es momento de volver a ser niños, no de empeñarse en convertir a los niños en adultos. Es momento de cambiar el mundo, no de hacer de él un negocio. Es momento de emocionarse y crear, no pensar y copiar patrones. Es momento de darnos un respiro, no de seguir conteniendo suspiros. Es momento de abrazar, no de mirar para otro lado. Es momento de ser libres, no de atarnos con nuestras elecciones. Es momento de perdonar, no de seguir acumulando rencores. Es momento de despertar nuestra conciencia, no de dormir nuestros sentidos. Es momento de soñar, no de creer en nuestras limitaciones. Es momento de superarnos, no de creer en los no puedo. Es momento de fe y esperanza, no de desconfianza y pesimismo. Es momento de caminar y volar, no de correr y arrastrarse. Es momento de enfocarnos en lo que de verdad merece la pena, no de gastar nuestras energías en batallas muertas. Es momento de hacernos responsables de nuestra vida, de nuestros sentimientos y nuestras elecciones, no de obligar a otros a que carguen nuestro peso. Es momento de sentirnos ligeros, no de empeñarnos en sostener aquello que nos ata y nos ancla.
Es momento de saber que ahora es el momento, y que podemos elegir que merezca la pena.
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