La despedida es un proceso doloroso. Tener que despedirse de una persona a la que se tiene cariño puede desgarrarle a uno el corazón. Pero las despedidas son inevitables. No podemos retener al otro. Él desea seguir su camino y tiene que hacerlo para realizar su vida. Nuestro curso vital conoce innumberables despedidas. Tenemos que despedirnos de un entorno familiar porque deseamos estudiar en otro lugar, porque hemos encontrado un trabajo. Todo cambio exige una despedida. Sólo con la despedida podemos confiarnos realmente a lo nuevo, y sólo así lo nuevo puede arraigar en nosotros. Muchos quisieran sujetar a todas las personas con las que se han familiarizado. Quisieran continuar una amistad. Pero hay amistades que sólo son buenas durante cierto tiempo; luego continúan por rutina, se mantienen por compromiso o por no herir al otro; pero no hay ya sintonía. Es el momento de la despedida. Entonces trato con el otro cortésmente; le doy a entender que puede tomar otro rumbo. Y quedo...
!No hay nada más apasionante que hacerse preguntas, cuestionarse la vida y preguntarse todo lo que es importante para cada uno¡