Los dos lenguajes
El silencio también tiene su significado, su sonoridad y su sentido. La palabra es el instrumento por excelencia, pero a veces, ¡qué fuerza avasalladora tiene el silencio! ¡Es el otro lenguaje de la vida humana!
Hay palabras huecas y silencios con un gran contenido.
Antes de la violencia, las intrigas, las calumnias hay palabras.
Antes de la conversión, de las grandes decisiones, de los pensamientos profundos, hay silencio.
A veces la palabra es hojarasca que desorienta y enreda.
El silencio es voz interior que define y descubre.
Hablando demasiado, muchos ensordecen.
Callando, muchos piensan, intuyen.
La palabra da un motivo, una demonstración.
El silencio intriga, hace sospechar, desear saber.
La palabra es argumentar para defendernos nosotros y defender nuestras ideas.
El silencio es obligar a que nos sigan y los actos hablen, convenzan, arrastren.
Hay palabras que confuden… y silencios que se entienden.
Hay labios que callando encierran un gran misterio, un abismo.
Y palabras que desnudan y dejan al descubierto nuestra pequeñez.
El silencio estremece. Como algo que se nos queda dentro, sacudiéndonos.
Las palabras lo sacan todo y nos dejan vacíos.
El silencio es majestuoso.
Soportamos las injurias, pero eso de bajar la cabeza y callar, nos paraliza.
El silencio encierra el paisaje, nos deja curiosos.
La palabra lo pinta, lo adorna, nos deja saturados.
En silencio, el corazón puede llevar un pájaro cantando.
Y con palabras, a veces las mejores cuerdas no responden
En silencio, el corazón se hace secreto, se goza en sí mismo, no quiere que le entre nada más.
Con palabras, ese santuario queda abierto, y nos parece que lo profanan los demás, convirtiéndolo en noticia, en publicidad.
En la palabrería, habla el mundo.
En el silencio, en el recogimiento, habla Dios.
Exprésate en los dos lenguajes, cada uno en su momento. Y poseerás la gran ciencia de la vida.
Grace Fdez
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