Algunas personas jamás reciben
una palabra de aprobación.
Jamás un halago amistoso.
Sobrellevan los trabajos más penosos
y todos lo encuentran lógico.
Realizan silenciosamente
mil cosas pequeñas en casa,
en la oficina, en el comercio.
Más nadie se percata de ello.
Pero si alguna vez no cumplen
o bien dan un mal paso,
todos se dan cuenta.
Se les hace un recuento de las faltas
y se les ata a la espalda luego.
Por eso se agobian muchas personas
en una sociedad, que no pregunta
por franqueza o fidelidad,
altruismo o bondad.
Se cuestionan títulos y diplomas,
ambición, especialidad,
y pretensiones salariales.
Los sentimientos humanos no cuentan,
contra éstos todos se inmunizan
lo mejor que pueden.
Por eso algunas personas
se sienten utilizadas
y no experimentan alegría
ni por la vida ni por el trabajo.
Las personas oprimidas se inmovilizan
y no logran avanzar.
Han de obtener alas.
Vivir con alas es más fácil.
Con alas todo se torna más ligero.
Una palabra de aprobación puede dar alas.
Un halago es como una pluma.
Un halago de vez en cuando,
y obtinen alas los seres humanos.
Da siempre gracias,
sonrie al niño y al adulto
respeta al grande y al chico
da amor y reconocimiento.
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