El Gran Maestro señala el instante preciso para la emisión
de cada sonido. Que los ejecutantes aprendan
a pecibir y a seguir sus indicaciones.
Universo dentro de universo. Vida dentro de vida. Ley dentro de ley. Infinita existencia se descubre ante los que se elevan más allá de los estrechos límites del ego.
El egotismo humano, cárcel en la cual la conciencia se aprisionó, se resiste a los toques amplificadores de los nuevos sonidos. Mas, llegada la hora de ser superado, nada podrá impedir la implantación de lo inédito.
La intelectualidad es como una rueda suspendida en el aire. Gira sobre sí misma, pero no lleva a ningún lugar. El peregrino debe trascender la necesidad de explicaciones. Debe reconocer la suprema causa que actúa silenciosamente bajo los velos de la vida manifestada. Debe concentrarse en su propia tarea y reconocer que de su afinación también depende la armonía del acorde universal.
Los valles se iluminan cuando el Sol se eleva por encima del horizonte. El frescor de las cumbres alcanza las faldas de las cordilleras cuando sopla la brisa. El águila sagrada domina todo el espacio celestial. En el momento en que un ciclo de la manifestación llega a su fin, comienza el siguiente.
Sonido tras sonido, nota tras nota, el universo busca expresar el propósito oculto en la Idea primordial. La sublime existencia permanece velada por las imágenes con las cuales se reviste, hasta que el Gran Maestro indique el momento de su manifestación.
H.Trimegisto
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