Hay momentos en los que sentimos la urgencia de calmar nuestra ansiedad. Experimentamos el deseo secreto de liberarnos por un instante de la pesada carga de pendientes, temores, deudas o de la incertidumbre que amenazan nuestra vida diaria... ¿Alguna vez has deseado cerrar los ojos por unos minutos pensando que al abrirlos de nuevo, haya desaparecido todo aquello que te afectaba, como si solo hubiera sido un mal sueño? Es posible recuperar la calma aun en el momento más difícil, sin necesidad de ningún agente externo y nocivo para nuestra salud, sin evadirnos de la realidad para vivir en la fantasía haciendo con nuestra falta de responsabilidad, que la situación se torne mas grave y difícil de manejar.
Cada día más, el estilo de vida y las situaciones cambiantes y agresivas de la vida cotidiana, hacen que experimentemos una tensión que nos convierte en personas diferentes, agresivas, irritables, impacientes... La tendencia a ver a primera vista todo lo negativo que ocurre ahora y pudiera suceder en el futuro... Acumulamos la tensión físicamente en el cuello, los hombros, la espalda o simplemente tenemos un dolor de cabeza persistente, muestra de la somatización que hacemos en muchos casos cuando ya no podemos aguantar más... Busquemos juntos las herramientas para recuperar nuestra serenidad
Visita un lugar de paz. Para algunas personas puede ser caminar o sentarse en un parque al aire libre, para sentir el calor del sol sobre su cuerpo o sentir el viento; esto les devuelve la calma... para otros puede ser pasar unos minutos en un lugar de recogimiento como en una iglesia, donde la paz, el silencio y la Presencia de la Divinidad poco a poco aquiete sus pensamientos e inquietudes. Encuentra el tuyo y visítalo con frecuencia.
Descansa la mente. Cierra los ojos por unos minutos y ayudado por tu imaginación recuerda el lugar al que más te gusta ir... trata de visualizar los detalles del sitio y experimenta la sensación de tranquilidad y bienestar que te transmite ese paisaje, llénate de ellas y descansa...
Luego simplemente recuerda dónde te encuentras y con mucha suavidad abre los ojos de nuevo. Imaginar momentos y situaciones ideales, nos devuelve la calma.
Evita tener expectativa. Deja de pensar en lo que ocurrirá después, en lo que recibirás más tarde, en lo que te dará una persona en particular... Muchas veces estar atentos a lo que esperamos nos impide disfrutar de lo que tenemos en este momento y además nos genera la ansiedad de la espera con la incertidumbre propia de algo que no está en nuestras manos para resolver o alcanzar. Vive en el aquí y ahora.
Respira y mueve tu cuerpo. Mueve tu cabeza suavemente alrededor de tu cuello, sube y baja los hombros varias veces, abre y cierra los ojos y mueve las cejas, sonríe, estírate como lo hace un gato... Hazlo mientras respiras con suavidad, tomando el aire por la nariz y botándolo por la boca.
Haz una lista con lo que te inquieta. Escribir en un papel todo lo que tenemos guardado en la cabeza y que nos causa tensión, nos ayuda a liberarla y a tener una mejor perspectiva de la situación que enfrentamos. Puedes quemarla al final, imaginando que desaparecen las tensiones con ella.
Recuerda el rostro de un ser querido. Cierra los ojos e imagina la cara de una persona que te quiera incondicionalmente y a la que tú quieras de la misma manera... Cuando nos conectamos al amor que sentimos por algunas personas, inmediatamente nos desconectamos de aquello que nos preocupa y la calma vuelve a nosotros.
Haz una oración. Practica una oración en voz alta o enciende una vela, como cuando eras pequeño... Conectarnos a la presencia de Dios en nuestro interior nos hará sentir protegidos y nos desconectará del temor. Repítela varias veces atendiendo conscientemente a cada frase para que puedas experimentar de nuevo la calma.
Pide un abrazo. ¿Conoces la magia cálida de los abrazos? Pídele un abrazo a esa persona que te inspira seguridad, protección o simplemente empatía y cariño... Muchas veces contarle a un buen amigo o a nuestra pareja cómo nos sentimos, mientras nos brinda un abrazo, suele ser muy reconfortante. Sentirnos acompañados por un rato libera nuestras tensiones y nos devuelve la calma.
Vuelve a ser niño. Prepara tu propia mezcla de agua y jabón e invita a tus hijos a pasar un buen rato haciendo bombitas de jabón. Dedícate a observar como el viento las mueve y las hace viajar, sóplalas para que ellos traten de capturarlas... Permítete volver a ser niño aunque sea por unos minutos y recobra la sonrisa y la tranquilidad para ti y para ellos. Estoy segura de que será una tarde muy especial y al final habrás recuperado la calma...
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