¿Quién soy?
Soy las manos de mi abuelo
Las lágrimas de mi madre
La fuerza de mi padre
Las bromas de mis hermanos.
Soy el amor de quien me ha amado,
y la disciplina de mis maestros.
La inspiración de muchos para seguir adelante
y la gente que aplaudió mis éxitos.
Soy los consejos de cien hombres.
No soy solo yo.
Soy la suma de todos.
El orgulloso resultado del trabajo de otros.
Aquellos que han tocado mi vida, de tantas maneras.
Llegó el momento.
Es el tiempo de dar.
Al final, todos somos maestros de todos y tenemos un poco de cada quien.
Cada relación y cada contacto con alguien nos deja algo, nos alimenta, nos enseña, nos transforma, nos construye.
No hay nada más triste que, después de estar en contacto con alguien, al marcharte, te vayas igual que al llegar. Como si ese encuentro no te hubiera afectado en nada.
En cambio, es maravilloso cuando podemos reconocer que el contacto con alguien o con algo, como un lugar, un cuadro, una melodía, un atardecer, nos sentimos tocados, cuando nos permitimos afectar por dicho encuentro. Es cuando sentimos que la vida realmente vale la pena.
Lo mismo ocurre cuando alguien se va diferente después de haber estado en contacto con nosotros, pues nos hace sentir que ese encuentro también fue valioso para él o para ella, que fue significativo y que se pudo nutrir con nuestra presencia, nuestras palabras, nuestras miradas, nuestro contacto… y lo agradecemos enormemente.
No importa cuánto dure el contacto. Puede ser que veas a una persona unos cuantos días, minutos o segundos en tu vida y, sin embargo, en ese breve momento, algo pase que esa persona te deja algo tan significativo que se vuelva eterno y lo recuerdes toda tu vida.
GRACIAS DE TODO CORAZÓN A TODOS LOS QUE, VOLUNTARIA O INVOLUNTARIAMENTE, HAN SIDO MIS MAESTROS.
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