En el testamento del Dalai Lama fallecido en 1924, consta una previsión que dice que alrededor de 1950 la religión y la administración secular del Tíbet serían atacadas por fuerzas políticas y que el Dalai Lama en ejercicio sería vencido por los invasores. A los llamados "nobles" y a las altas personalidades del Estado se les confiscarían sus tierras y bienes, y serían obligados a servir a las fuerzas invasoras. De hecho, esa premonición se cumplió. Con la invasión china, se distribuyeron las propiedades y lamasterios, y todas las órdenes quedaron disueltas.
El mismo testamento preveía también: "La gran luz espiritual que desde hace siglos brilla sobre el Tíbet no se apagará. Aumentará, se difundirá y resplandecerá en América del Sur, especialmente en las Tierra de O Fu Sang, donde se iniciará un nuevo ciclo de progreso, con la nueva raza dorada".
Dicha premonición se refiere a estos tiempos, también anunciados en los libros de Tigueirinho y de otros escritores y cronistas que se dedican a la difusión de la enseñanza evolutiva espiritual.
Trigueirinho, en su libro LA QUINTA RAZA, dice: "Lo que está por suceder sobrepasa cualquier imaginación. Grandes cosas se están preparando y superarán a las conocidas en el mundo, desde su creación".
Según Trigueirinho, la quinta raza ya se inició. Está formada por aquellos que despertaron a un nuevo modo de vivir sobre la Tierra, por los que cambiaron sus conceptos y conductas, y por los que se integraron en las tareas inspiradas por las Jerarquías.
"Ya existen en la Tierra seres humanos adultos con un nuevo código genético", afirma, "implantado en esta encarnación. Perciben los cambios realizados en sí mismos, pero permanecen en absoluto silencio. Su grupo familiar puede no advertir lo ocurrido, pero ellos ya conocen esa transformación porque la sienten".
Ese código suprafísico, se está implantando hoy en el 10% de la humanidad. Exento de herencia genética, le posibilita al ser humano una progresiva armonía y ausencia de agresividad. Se espera que el nuevo código genético pueda implantarse en un mayor número de personas, pero ello dependerá de la transformación a la que se esté dispuesto, y de la entrega total a lo que debe ser completado por cada uno. Es difícil que el nuevo código genético florezca mientras se mantengan vicios como el tabaquismo y el alcoholismo, mientras se use carne en la alimentación, mientras el trabajo esté regido por la ambición y por la competitividad, y prevalezcan las costumbres de la vida común. Es necesario renunciar a muchos de los patrones de conducta que la sociedad implantó como buenos, bellos y verdaderos, patrones que en realidad empañan el propósito último de la vida humana sobre la Tierra.
La raza naciente recibe un código genético que facilita su elevación; como tal, deberá abandonar viejos lastres. El estado en que ella entra es totalmente diferente. El nuevo ser humano ya no tendrá odio ni hará guerras; trabajará y vivirá en armonía con el cosmos, comprendiendo que este es el lugar de su verdadera familia. Volverá a adquirir los conocimientos que perdió al permitir que prevaleciera el ego y sabrá interactuar con las leyes que entonces regirán el universo-Tierra. Ampliará la comunicación con mundos distantes e ingresará en un vasto orden, hermanado con civilizaciones avanzadas que hoy aún desconoce.
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