No recuerdo cuando nos pusimos tan serios, pero de repente dejamos de reírnos a carcajadas, un poco porque había que mantener la compostura, y otro, porque ya no podíamos reírnos de cualquier cosa, teníamos que ser inteligentes, las causas de por qué reírse se hicieron de gente grande. Nos dijeron tanto que la risa abundaba en la boca de los tontos y que los locos se reían solos. Ahora, de grandes, nos reímos de cosas raras, el humor negro, los chistes subidos de tono, los insultos, el doble sentido, la ofensa, pero ya no nos reímos fácil, es cada vez más complicado reírse y en el aire no llueven las carcajadas ahogadas de gozo. No recuerdo por qué se pusieron tan serios, tal vez es que todo es tan serio cuando uno es grande......
¿cómo tomarse a la risa las dificultades adultas!, es una inconciencia.
También se nos vino encima la cordura, como un manto de certezas grises que ocultaron los colores de una vida mágica, los amigos secretos se transformaron en súper héroes de plástico duro, y la amiga en una mujer entablillada, de medidas perfectas, que no podía desperfilar su figura, y la sombra que perseguía nuestros pasos por pasillos y pasajes se difuminó con terapias y tabletas amarillas, la caverna subterránea de debajo de la cama se la tragó la aspiradora, de a poco nos fuimos transformando en hombres y mujeres explicables, fuimos adecuando nuestros sueños en gavetas ordenadas por abecedario o numeraciones intrincadas y dejamos los recuerdos ilógicos en el rincón más alto.....
¡¡ para proteger a los niños'',
nos aterrizamos o nos aterrizaron a la fuerza ....
y dejamos al niño que inventaba mundos y aparatos,en el que éramos reyes y reinas,
en un álbum de fotos empolvado, que a veces viene a vernos con la nostalgia de haber cambiado todo ... por esta preocupación constante por un mañana que no nos pertenece, que nos enseñaron que era nuestro y que no existe, por esta suma de haberes y débitos constante, por este análisis frío de las consecuencia y de las causas, por esta frasecita de dejarnos de tonteras y poner los pies bien sobre la tierra y así, sin darnos cuenta hicimos de la magia un espectáculo pagado, de la fantasía una película, relegamos al olvido las cabalgatas en escobas, los pasteles de barro, de ángeles de la guarda, el avión con los brazos abiertos que derrumbaba ceniceros, la solución a la crisis con una varita mágica, el remedio al dolor con un masajito brujo, el disfrazarnos de grandes y ser tan pequeños y pequeñas.
Nos domaron con creencias, como por ejemplo el sacrificio, todo había que ganárselo con esfuerzo, con el sudor de la frente, no con el placer de hacerlo, no con disfrutarlo; o la creencia de la objetividad que no existe, robándole a las cosas la magia con que vienen a encontrarnos para llevarnos a la fuente, la creencia del pragmatismo y la filosofía y el arte fueron sólo para locos, para personajes que están fuera de todo, que no han de preocuparse por lo que todos debemos preocuparnos, o la creencia de la normalidad que diagnostica el psicólogo, haciéndonos predecibles en vez de espontáneos, tragándonos nuestra creatividad, dejándola para tan contados momentos que llegamos a olvidarla y a perderla, la creencia de la formalidad que no roba la flexibilidad, la agilidad y la curiosidad con que reconocimos el mundo cuando niños y que desarmó relojes y juguetes mecánicos, que hizo cenas a muñecas y peluches con agua, pan, pasto y témperas y que luego las comensales consumieron, para risa de sus bocas azules y verdes.
Es en el mismo lavetinto que me encuentro, juego que me apasiona y distruto a plenitud. Feliz viaje
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