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El hombre con conocimiento






El hombre de conocimiento

Según esta enseñanza, un hombre de conocimiento es aquella persona que “vive como se debe”. Para esto debía tener un prolongado entrenamiento que se expresaba como un conjunto de principios. 



Estos comprendían todas las circunstancias no ordinarias pertinentes al conocimiento impartido y que debía ser realizado con un esfuerzo decidido e inclaudicable con el objeto de alcanzar el fin. Cambiar la idea del mundo era la clave, y para conseguirlo se debía “parar el diálogo interior”. 


Todo era posible con el silencio. Para ello debía cambiarse el protagonismo de los ojos, para quitarles la carga, ya que desde que nacemos usamos los ojos para juzgar el mundo. Un guerrero escucha el mundo, escucha los sonidos del mundo, pero esto debe hacerse armoniosamente y con gran paciencia, entonces el mundo, deja de ser así o asá.

El maestro decidía a quien impartiría la instrucción, debía percibir en el candidato una “intención rígida”, porque tenía que mantener con voluntad la ejecución de todos los procedimientos que se le impartieran. No obstante la decisión final para aceptar un aprendiz, sólo la conocía el chamán y se hallaba en un poder impersonal, fuera del ámbito de su voluntad.

Don Juan llamaba “escogido” a quien hubiera cumplido con ese requisito y era un hombre considerado ya con un mínimo de poder. No bastaba el poder de la primera decisión u otro poder similar. Se debía seguir tomando decisiones, mediante augurios, si el escogido podía continuar o había sido derrotado. Esto podía ocurrir en cualquier punto de la enseñanza. Cualquier circunstancia peculiar se consideraba un augurio.

Todos los actos en el contexto del conocimiento, tenían la cualidad de ser inflexibles y predeterminados, por eso era tan necesaria la intención rígida.

La frugalidad era necesaria porque los actos obligatorios eran instancias que estaban fuera de los límites de la vida y el hombre tenía que hacer un esfuerzo extraordinario para poder realizarlos.

La rectitud de juicio era necesaria para evaluar las circunstancias en torno a cualquier necesidad de actuar de esta manera.

La guía para la evaluación estaba constituida por todas las partes de la enseñanza que estuvieran a disposición de uno, en un momento dado en que cualquier acto debiera realizarse. A más aprendizaje más cambio de la guía. Estaba implícito, no obstante, que cualquier acto obligatorio, era el más adecuado a la circunstancia. Había por lo tanto falta de libertad para innovar.

La claridad de mente se refería a un sentido de dirección porque, al estar todos los actos predeterminados, la orientación de uno dentro del conocimiento que se impartía, también estaba prefijada. La libertad de buscar una dirección se refería a la posibilidad de elegir entre diferentes caminos de acción, igualmente efectivos y practicables. El criterio para la elección se basaba en la preferencia propia. No se consideraba como oposición para la libertad de innovar. Necesitaba claridad de mente para hermanar sus propias razones específicas para actuar y el propósito específico de cada acción. El conocimiento del propósito específico de cada acción era la guía usada para juzgar la circunstancia para actuar.

La claridad de mente tenía la capacidad de dar poder y transformar al guerrero en alguien cruel. Es por eso que el poder se consideraba un acérrimo enemigo, porque lo inutilizaba para adquirir conocimiento y progresar.

Don Juan insistía en que para lograr ser un hombre de conocimiento, se necesitaba de un esfuerzo dramático con el objeto de obtener eficacia para afrontar el desafío. Al realizar un esfuerzo, él expresaba un profundo estado de fe y no una manifestación histriónica. Los actos que efectuaba parecían definitivos. Así, durante el curso del aprendizaje, la muerte era una posibilidad real, debido a la naturaleza inherentemente peligrosa de los elementos que se debían manejar. El esfuerzo no sólo debía ser eficaz, dramático y conveniente, sino que debía alejar toda posibilidad de aniquilamiento.

Tenía que ser un “guerrero”, porque debía mantener una autodisciplina y un profundo respeto por todo lo relacionado con su conocimiento. Esto significaba haber evaluado sus propios recursos insignificantes al encarar lo Desconocido, en donde él se incluía. Frente al miedo tenía que continuar el curso de las acciones, debía primero enfrentarlo para después derrotarlo. Un guerrero debía buscar la imparcialidad en sus propios ojos, a eso lo llamaba humildad. Lo importante para un guerrero era llegar a la profundidad de sí mismo.

Un hombre de conocimiento, debía estar “bien despierto”, para tener acceso a dos aspectos relacionados y obligados de la consciencia. La “consciencia de intención” era conocer los factores implícitos en la relación entre el propósito específico de cualquier acto obligatorio y el propósito de él mismo al actuar. La “consciencia de flujo esperado”, se refería a la certeza de lo que era capaz de percibir en todo momento.

Así podría advertir los cambios más sutiles. Esta consciencia de los cambios significaba el reconocimiento e interpretación de los augurios u otros hechos relacionados con lo no ordinario.


Un guerrero estaba obligado a “confiar en sí mismo”, es decir, tener la seguridad de que el propósito específico del acto que eligió realizar, era el único camino plausible. La confianza en sí mismo, era uno de los aspectos importantes porque daba la capacidad de reclamar el poder y porque ningún acto ofensivo de los demás podría perjudicarlo, si estaba con el ánimo correcto.

Llegar a ser un hombre de conocimiento implicaba un “proceso incesante” porque el hecho de realizar los actos impartidos no significaba necesariamente que se convertirían en tal. 


Nunca se tenía la certeza que el resultado fuera lo deseado. Esto significaba que se debía “renovar la empresa” que se había propuesto porque uno de sus objetivos era ganar y conservar el dominio de sí. Aún así, se sabía que igual se sucumbiría al final debido a la “vejez o la impermanencia”. 


Por eso mismo este camino “debía seguirse con el corazón”, para llegar a comprender que pese a la impermanencia, uno debía ser capaz de hallar satisfacción y cumplimiento personal en el acto de escoger la alternativa más tratable e identificarse con ella.

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