Todo lo que sucede en nuestra vida; la forma de reaccionar, los estados emocionales, el modo de afrontar cualquier situación, todo, está asentado sobre nuestro niño interior. Dentro de mi hay un niño asustado y es necesario curarlo.
Si no puedes intimar con otras personas es porque no puedes intimar con tu propio niño interior.
Cada edad que vivimos está adentro, cada palabra, cada cosa que se ha manifestado en nuestra vida, lo que nos ha formado. Están las críticas que nos hicieron, las comparaciones con otros niños “fulano es más inteligente”, “tu hermano es más capaz”, “no sirves para nada”, “eres un inútil”, “no haces nada bien”, “deberías ser como...” “otra vez te equivocaste!.”
Cuando te sientes asustado, es el niño interior quien está asustado
Cuando nos volvemos adultos, nos criticamos igual que nos criticaban, porque adentro siempre está la voz de “los mayores” hablándonos.
Un niño se piensa el dueño del mundo, siempre está demandando esto y lo otro, si no lo obtiene piensa que no lo aman, que no es aceptado. En nuestra vida adulta sucede algo parecido, pensamos “no valgo lo suficiente”, “no soy capaz”. Esa forma de pensar es de un niño, pero tiene su base en nuestro niño interior. Esa sensación de no valer lo suficiente (si fuimos muy mal atendidos, por ej.) nos hace sentir “los demás no me prestan atención”, “No valgo para salir adelante en mis emprendimientos, no sirvo para este trabajo, etc”. No es extraño que pensemos la vida en términos de “no” y “deberías” ya que crecimos con esos conceptos.
No hay nadie que no tenga un niño interior herido porque el adulto jamás puede cumplir totalmente las expectativas del niño.
El adulto tiene una forma de hablar y el niño tiene una forma de recibir. Para el niño no hay dobleces, no hay dobles discursos. Si le decimos: “si haces tal cosa no te quiero más”, el niño cree que es realmente así. Si nuestros padres fueron muy rígidos marcando siempre los errores vamos a tener serias dificultades para afrontar la vida.
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