Esa mujer acumulaba silencio. Y el silencio que había acumulado por años se transparentaba en su mirada, en sus gestos y en sus palabras. Mientras todos alrededor estaban poseídos por la necesidad de decir, gritar, promover, difundir, ella parecía moldeada por horas vacías y puras. En eso se parecía a los gatos. Los gatos a veces tienen la mirada ida, perdida en una lejanía o cercanía lejana. ¿Qué hacen?: están ensimismados en un sagrado y moroso acumular silencio para nutrir sus riñones y su sensible pelaje. En cambio, nosotros nos hemos gastado toda nuestra línea de crédito de silencio y quietud en activismo, palabrería vacía, a veces histérica. Ya no hay silencio en las calles ni en las casas. ¿Queda todavía algún rincón de silencio en algún jardín de la ciudad, donde todavía se refugien los pájaros?
¿Cuántos rincones hay donde no entren el ruido y la furia? Esos serán en el futuro los templos anónimos de una nueva devoción: la del silencio. Los predicadores, en cambio, expulsaron al silencio de las iglesias, y por eso ellos han terminado por ser los administradores de una retórica y un sonsonete poco propicios al milagro. Qué decir de los discursos de los políticos y los hombres públicos: su odio y terror al silencio es evidente. En cambio, cada palabra de los que acumulan silencio brilla con una luz propia y queda reverberando muchos días después de haber sido dicha. Ese don no se vende en los mercados ni se estudia en las academias. Propongo que en las horas de lenguaje que se quieren aumentar en esta reforma educacional se incorporen horas de silencio. Los niños de hoy, hiperkinéticos e indomables, no necesitan más información (que los excede y sobrepasa), sino aprendizaje de la experiencia del silencio. Ese que se da en la lectura solitaria de un libro, o en la contemplación de un paisaje, o en el saber distraerse en el vuelo de una mosca. ¿Pero cómo medir el silencio? ¿Hay un Simce para el silencio? No sólo falta música en los nuevos currículos (fundamental según algunos estudios para estimular la inteligencia y la sensibilidad), sino también silencio. Y música y silencio son la sístole y la diástole de la misma danza: la danza del universo.
¡Ay de los que no saben guardar silencio! Como la cigarra, se darán cuenta de que no guardaron suficiente alimento para los días duros del invierno. Como el agua, dentro de poco éste será un bien muy escaso, el oro del futuro.
Si el siglo XIX será recordado como el siglo de la muerte de Dios, el siglo XXI será recordado como el de la muerte del silencio. Y Dios y el silencio se aman locamente. Y el Silencio y la Nada también hacen una pareja formidable. Algún día entenderemos cómo el Silencio, la Nada y Dios se pasean juntos por el vasto universo, "con pisadas de paloma".
En estos días, en que todos quieren saber todo de todos, los secretos de Estado, los secretos privados, yo no quiero saber nada de nadie. Sólo quiero saber de tu silencio, conocer tu silencio. Dime cómo callas y te diré quién eres. ¿Se puede compartir el silencio en Facebook? El silencio es subversivo. Y la próxima revolución -si la hay- será la del silencio. El silencio no se twittea , no se bloguea , pero es más real que la bullanguera "realidad". Lo que es insoportable para algunos, para otros es una fiesta. Huyen de él despavoridos, se esconden, no quieren oír "la música callada/ la soledad sonora".
¿A qué le temen tanto? Todo este ruido ambiente, toda esta cháchara destemplada, ¿no es acaso miedo atávico al silencio? No se la pueden con él, lo expulsan con sus alarmas, sus sirenas, sus megáfonos. Tapan el silencio con basura visual, auditiva, como si temieran ahogarse, perderse en ese hoyo blanco que está hecho de la misma sustancia de la que estamos hechos, porque en el fondo somos polvo de estrellas, silencio puro del universo travestido de ruido y furia.
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