El aburrimiento es ansiedad, un condicionamiento adquirido que obliga a estar siempre haciendo algo para mantenerse ocupado, en estado de alerta y activos; y que no permite parar para simplemente no hacer nada, o permanecer ensimismado, soñando despierto o en comunión con el todo.
Algunos, no pueden sencillamente dejarse estar sin tener algo entre manos, ni disfrutar de un momento de quietud, del aire que respiran, de la naturaleza a su alrededor, de los sonidos que habitualmente no suelen escuchar porque están muy atareados.
Aburrirse puede ser algo fatigoso para muchos y hasta podría llegar a desequilibrarlos.
Las vacaciones son una verdadera prueba para los ansiosos que están alienados en su trabajo; porque se encuentran de pronto sin nada que hacer y sin poder disfrutar del cambio porque han perdido la sensibilidad y el interés para vivir cualquier otra experiencia que no sea su trabajo.
Hasta les puede dar un ataque de pánico y sentirse como si se precipitaran al vacío, trastornando su mente la sensación de la muerte inminente.
El aburrimiento tiene raíces internas y no depende tanto de la falta de estímulos, sino de la vida interior de un sujeto.
Es cierto que la deprivación perceptiva puede provocarle a una persona estados psicológicos alterados, cuando es muy prolongada, pero el aburrimiento es subjetivo, porque hay personas más propensas que otras a caer en el tedio o el hastío.
El aburrimiento se asocia con dificultades de la atención, por lo tanto depende del individuo y su capacidad de motivación y concentración.
Las personas centradas en si mismas se aburren más fácilmente, porque temen abrirse al mundo y a nuevas experiencias.
El aburrimiento puede ser temporal o existencial. Es temporal cuando depende de una circunstancia particular, que obliga por ejemplo a permanecer parado haciendo una fila a la espera de ser atendido; y es existencial cuando se trata de la disconformidad personal con la forma de vida.
La personalidad y las expectativas influyen en el aburrimiento, así como el condicionamiento a una vida vertiginosa y riesgosa que exige gran cantidad de adrenalina y que luego no puede soportar la falta de acción.
La excesiva estimulación produce insensibilidad hacia los demás estímulos normales a quienes viven arriesgándose, de modo que los acontecimientos que usualmente en circunstancias comunes no exigen una alta dosis de audacia, les produce gran ansiedad al no generar condiciones de peligro.
Los que se aburren fácilmente suelen caer en adicciones para calmar su ansiedad o también en una depresión, al no verle sentido a las cosas sencillas ni a las contingencias de una vida carente de emociones violentas.
El aburrimiento produce distorsiones en la percepción del paso del tiempo; porque el tiempo parece pasar más despacio cuando estamos aburridos.
Las personas que sufren de aburrimiento crónico, temen a sus propios pensamientos, se preocupan por el futuro y no pueden vivir el presente, se aburren de ellos mismos, no saben qué hacer con su tiempo y por lo general no tienen proyectos.
Para salir del aburrimiento es necesario alcanzar un mínimo de emoción, sentirse conmovido, interesado o motivado. Porque es el entusiasmo el motor que pone en marcha el buen estado de ánimo.
Las personas a veces nos desconciertan, porque existen quienes trabajan de vigiladores o serenos y les encanta su trabajo, que prácticamente les exige custodiar un lugar varias horas casi sin hacer movimientos, mientras otros no se pueden quedar quietos.
El que es capaz de entretenerse solo con casi nada, es evidente que posee más desarrollada su vida interior y puede ser menos sensible a su entorno, y también puede ser que hayan aprendido a dormir con los ojos abiertos.
La pasión por el cambio y por lo novedoso y el rechazo a la rutina, la impaciencia, la necesidad de arriesgar la vida para sentirse vivo, no es una conducta normal, es un comportamiento aprendido, un condicionamiento propio de esta época, que es común en aquellos que no pueden vivir el presente y huyen para adelante, porque no pueden enfrentar el temor a la quietud y el miedo a la muerte.
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