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costumbres ancestrales.....



EL PEREGRINAJE DE LOS HUICHOLES

Por: Nareden

El peregrinaje de los Huicholes al desierto de San Luis Potosí, tiene un origen ignoto, por lo menos para mí. En lo personal, desconozco la existencia de estudios antropológicos que den una explicación racional a este peregrinaje, el porqué y cómo los huicholes desde tierras tan lejanas fueron a dar a estos parajes desérticos y encontraron la planta poderosa que es como el centro de toda su tradición y me quedo con la mía irracional de que muchas veces los eventos que marcan el rumbo de un determinado sector de la raza humana nacen en las visiones de unos individuos con cualidades muy especiales, individuos, diríamos así, que gozan de un contacto muy directo con el Gran Espíritu de la Vida , y de esa fuente consiguen señales claras de la dirección a seguir para su propia gente. Marcan el camino y lo que luego conforma una tradición se va dando sobre la marcha con el paso de las generaciones y nuevas inspiraciones de otros líderes espirituales.
Como siempre con todo este tipo de tradiciones, parecería que la modernidad de nuestros tiempos, sus herramientas y facilidades están acabando con el aspecto más heroico de este peregrinaje, o sea la caminata, con duración de por lo menos cuarenta días entre ida y vuelta entre ayunos, mandas y tareas especiales.
Gente muy maciza la que cumple este viaje, cargando muy poco para comer y para abrigarse, pero mucho para ofrendar, aguantando frío y castigos en el camino y no es para menos si de veras es un recorrido en donde te propones ofrendar lo más valioso que tienes de ti para que el Espíritu trasforme y guíe tu vida en la dirección correcta.
La idea es que sales de tu casa en la Sierra para ir a visitar el Paraíso donde viven los grandes Padres, que te dan vida y sustento, en el camino pasas a visitar en algunos lugares específicos a ciertas Grandes Madres, Tatei Matinieri por ejemplo, la gran Madre de las aguas etc. y que a través de tu esfuerzo y privaciones en el peregrinar hacia Su morada te vas limpiando de lo sobrante en ti, dejas atrás todo para poder ponerte cara a cara con tu visión personal de la vida, de hecho el Tátara tatarabuelo te va a mostrar tu vida, una vez que llegues ahí en el Paraíso, que en el caso de esta tradición en particular se encuentra más allá de las limitaciones personales de la vida cotidiana pero no más allá de esta existencia terrenal como se plantea por ejemplo en el caso del cristianismo. Intentas dejar atrás todo durante el peregrinar, quedarte pura carne, hueso y espíritu y con eso poder encarar tus dioses. Es más, no simplemente encararlos... vas a ser ellos durante esos cuarenta días en una pantomima, en un teatro sobre patas y no ruedas que comienza en el lugar donde vas a dejar tu cotidianidad y hasta volver a ella.
Por eso al comienzo del viaje confiesas todos tus pecados frente a los demás, pecados que en el caso de los huicholes se refieren únicamente a infidelidades de origen sexual... con quien te has acostado o simplemente con quien deseaste acostarte y que no te correspondía. A lo mejor por ahí en la confesión, en este grupo de peregrinos se encuentra el marido de la que estás confesando haber manoseado, pero estos son ámbitos sagrados, ámbitos en donde se intenta y se logra desvanecer el sentido del Yo, y los dos necesitarán tener valor de verdaderos hombres, tanto tú para confesarlo como él para hacer caso omiso de lo que escuchó para todo el resto del viaje incluso para el resto de su vida.
El viaje es duro, se camina de sol a sol sin detenerse ni siquiera a tomar agua, se come poco y sin sal, puras gordas, y en la noche hace mucho frío, pero se es parte del Gran Viaje así que no se cuestionan esos detalles, se sufre, claro que se sufre pero cada quien intenta poner lo más macizo de sí para aguantar con porte y dignidad.
El guía cambia los nombres a los peregrinos tres veces en el curso del viaje, dándole algunos de dioses, especiales a cada uno según el caso o cambiando el mote de los objetos por su opuesto y cosas por el estilo.
Dando indicaciones especiales en ciertos momentos y vendando los ojos de los novatos en partes del viaje, proporcionando quizás alguna muestra de su poder personal a ratos para que no decaiga la fe de los peregrinos, amenizando con su música en los campamentos e instruyendo con sus cantos sobre como están las cosas de este mundo que vemos y también las del que no vemos. Y que no decaiga la alegría, insiste.
El Gran Tátara tatarabuelo Tatewarí, el Fuego, es la referencia y guía principal, sin Él no hay nada, si no arde no hay manera de que el cuento siga...
Cuando se llega a Wiricuta, empieza la cacería sagrada del peyote, pero ¿Es que estamos cazando al Peyote, al Maíz de todos los Colores o al Gran Señor Cola de Venado? No se sabe bien, se mezclan de manera misteriosa, estos tres son en realidad uno solo, así que las flechas de caña caen en el piso arenoso del desierto rodeando una familia de peyotes, pero el cantor está pidiendo perdón al Venado por matarlo y querer comer su carne, pidiéndole su bendición, consumir lo amargo de él y sentirlo dulce, invitar a los demás, solicitándole esclarecer sus ojos de adentro para poder ver su Vida.
Hay que cortar harto peyote para la ceremonia en el Cerro Quemado y para los compañeros y compañeras que aguardan el regreso de los peregrinos allá en la Sierra. Hay que llenar muchos colotes, y cargarlos los veinte días del regreso para poderles convidar a toda la gente que está preparando la gran fiesta en el centro ceremonial.
Regresan los que se fueron hace cuarenta días, son los mismos pero son otros, ya vieron su Vida, ya vieron las cosas del mundo con ojos diferentes, los de adentro, y aunque el peso de la cotidianidad acabará tarde o temprano con su identidad de dioses en cuanto vuelvan a ser humanos, confían en que algo habrá quedado por dentro, no tanto como recuerdo de actos heroicos que sí los hay pero están en la cabeza y no sirven para nada, sino que algo sin nombre de mucha importancia habrá quedado en el corazón, algo que tiene el poder de seguir floreciendo en el misterioso reino de lo invisible.
Algo que es bueno.









































Centro Ceremonial de Las Latas en la sierra huichola




































Chamán huichol recolectando peyote en Wirikuta

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