Bajo la luz del Padre Sol, desde el amanecer al atardecer, alrededor del Árbol de la Vida, acariciando con los pies la Madre Tierra por cuatro días, al ritmo del corazón del tambor ceremonial, anualmente se realiza esta sagrada y poderosa danza en ayuno, para reconocer con gratitud y celebración, el milagro de la vida.
Se ha dicho que la “Danza del Sol” es una prueba de valentía que sirve para templar al guerrero, pero en verdad es un acto de humildad interior y de total renovación espiritual. Su objetivo es conectarnos con el Padre Sol y con la Madre Tierra en su acto de creación de vida y percibir nuestro propio corazón alineado, tomando consciencia que somos uno con el Universo y que la existencia entera es una danza y una fuerza creadora que realizamos entre todos los seres vivientes.
Danzamos además para tener una visión y descubrir que en nuestra responsabilidad como individuos llenos de dones, es fundamental nuestras consciencias integradas y unidas para generar mejores días para las futuras generaciones y para la continuidad de la vida.
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