Cualquier cambio será temporal si no nos hacemos responsables -nosotros, nadie ni nada más- de nuestros propios cambios. Más específicamente, debemos adoptar estas tres convicciones principales:
1) Esto debe cambiar. No basta sólo con pensar que debería cambiar.
2) Soy yo quien debe cambiarlo. Los demás pueden aconsejarme, pero el responsable soy yo.
3) Puedo cambiarlo. Fui yo quien lo produjo, por lo tanto, puedo cambiarlo.
¿Qué es realmente lo que produce los cambios? Los cambios se producen cuando cambiamos las sensaciones asociadas con una experiencia.
Mientras el tabaco te genere sensación de placer, querrás seguir fumando. Sólo cuando lo asocies con el asco, un «hálito de cenicero» y la muerte podrá producirse el cambio duradero.
Aunque preferiríamos negarlo, lo que realmente impulsa nuestros actos son las reacciones viscerales y no los razonamientos intelectuales. Ya sabes que el chocolate perjudica pero ¿has dejado de comerlo por ello? ¿Por qué no? Porque lo que te motiva no son tanto tus conocimientos cuanto las asociaciones que tu sistema nervioso ha establecido con respecto a lo que es placentero y desagradable. Son las neuro asociaciones -las asociaciones establecidas en el sistema nervioso- las que determinan nuestro comportamiento.
¿Por qué no surten efecto la mayoría de nuestros esfuerzos por abandonar un hábito? Porque nos dirigimos a los síntomas del problema -con la dieta, la abstención, la quema de las tarjetas de crédito- mientras que la causa sigue viva y dispuesta a hacer su reaparición.
La técnica que he desarrollado -«Neuro-Associative Conditioning»TM (NAC)- constituye una estrategia sencilla aunque muy eficaz para la consecución de cambios duraderos:
1) Formula con claridad lo que realmente deseas. La mayoría de la gente se centra en lo que no quiere.
2) Toma impulso. Decide que el cambio es necesario.
3) Rompe con los esquemas limitadores. Rompe los lazos que te atan con el hábito.
4) Crea una alternativa nueva y positiva. Los hábitos y las emociones no pueden ser simplemente eliminados. Han de ser sustituidos por otros.
5) Condiciónala (hasta formar un hábito nuevo).
6) Ponla a prueba. ¡Asegúrate de que funciona!
¿Qué es lo que nos impide cambiar? Algunas de nuestras creencias, tanto personales como culturales, pueden impedir el cambio.
Muchos no se creen capaces de cambiar, sencillamente porque han fallado en intentos pasados. O creen que el cambio es un proceso largo y doloroso. Si no es así -argumentan-, ¿por qué no han cambiado ya? Si, además, resuelves un problema que te afectaba durante años en cuestión de pocos minutos, tendrás que enfrentarte a tu familia y amigos: «Si era tan fácil -podrían preguntar-, ¿por qué nos preocupábamos tanto por ti?». Ante tantos «incentivos» negativos, hemos aprendido a darnos tiempo para que los demás puedan «valorar» nuestro cambio.
Deshazte de esta hipnosis cultural y date cuenta de que las acciones nuevas producen resultados nuevos al momento. Anthony Robbins - Pasos de Gigante
1) Esto debe cambiar. No basta sólo con pensar que debería cambiar.
2) Soy yo quien debe cambiarlo. Los demás pueden aconsejarme, pero el responsable soy yo.
3) Puedo cambiarlo. Fui yo quien lo produjo, por lo tanto, puedo cambiarlo.
¿Qué es realmente lo que produce los cambios? Los cambios se producen cuando cambiamos las sensaciones asociadas con una experiencia.
Mientras el tabaco te genere sensación de placer, querrás seguir fumando. Sólo cuando lo asocies con el asco, un «hálito de cenicero» y la muerte podrá producirse el cambio duradero.
Aunque preferiríamos negarlo, lo que realmente impulsa nuestros actos son las reacciones viscerales y no los razonamientos intelectuales. Ya sabes que el chocolate perjudica pero ¿has dejado de comerlo por ello? ¿Por qué no? Porque lo que te motiva no son tanto tus conocimientos cuanto las asociaciones que tu sistema nervioso ha establecido con respecto a lo que es placentero y desagradable. Son las neuro asociaciones -las asociaciones establecidas en el sistema nervioso- las que determinan nuestro comportamiento.
¿Por qué no surten efecto la mayoría de nuestros esfuerzos por abandonar un hábito? Porque nos dirigimos a los síntomas del problema -con la dieta, la abstención, la quema de las tarjetas de crédito- mientras que la causa sigue viva y dispuesta a hacer su reaparición.
La técnica que he desarrollado -«Neuro-Associative Conditioning»TM (NAC)- constituye una estrategia sencilla aunque muy eficaz para la consecución de cambios duraderos:
1) Formula con claridad lo que realmente deseas. La mayoría de la gente se centra en lo que no quiere.
2) Toma impulso. Decide que el cambio es necesario.
3) Rompe con los esquemas limitadores. Rompe los lazos que te atan con el hábito.
4) Crea una alternativa nueva y positiva. Los hábitos y las emociones no pueden ser simplemente eliminados. Han de ser sustituidos por otros.
5) Condiciónala (hasta formar un hábito nuevo).
6) Ponla a prueba. ¡Asegúrate de que funciona!
¿Qué es lo que nos impide cambiar? Algunas de nuestras creencias, tanto personales como culturales, pueden impedir el cambio.
Muchos no se creen capaces de cambiar, sencillamente porque han fallado en intentos pasados. O creen que el cambio es un proceso largo y doloroso. Si no es así -argumentan-, ¿por qué no han cambiado ya? Si, además, resuelves un problema que te afectaba durante años en cuestión de pocos minutos, tendrás que enfrentarte a tu familia y amigos: «Si era tan fácil -podrían preguntar-, ¿por qué nos preocupábamos tanto por ti?». Ante tantos «incentivos» negativos, hemos aprendido a darnos tiempo para que los demás puedan «valorar» nuestro cambio.
Deshazte de esta hipnosis cultural y date cuenta de que las acciones nuevas producen resultados nuevos al momento. Anthony Robbins - Pasos de Gigante
Te invito a visitar y opinar en www.desnudamientosfilosoficos.blogspot.com
ResponderBorrarEncontre tu blog por accidente y me impresionó el hecho de que yo también he sido esquizofrenico y ahora tambien bipolar. Así que un abrazo còmplice...