La musicoterapia tiene su origen en la noche de los tiempos. Los primeros músicos terapeutas son los chamanes, médicos brujos tribales, quienes comienzan a utilizar cánticos, salmodias, susurros y estructuras rítmicas repetitivas para modificar el estado de conciencia personal, del colectivo, o de un individuo, con fines catárticos y religiosos. Se tienen evidencias del uso ritual de la música en casi todas las grandes culturas de la antigüedad.
Por ende, el sonido del tambor al escucharse en el vientre del temazcal, brinda una sensación de seguridad e induce a estados de conciencia acrecentada, impulsa al encuentro consigo mismo, al dialogo con el propio corazón.
La sonaja es otro instrumento importante, su sonido se asocia al agua, al vientre, al cuerpo emocional. Los guijarros de la sonaja al ser de cuarzo, o tener gran contenido de este elemento, amplifican y multiplican el envió en todas direcciones del sentir y el pensar de quien toca el instrumento. Produce una reacción de dulce paz y tranquilidad. Al sensibilizar la percepción es factible el observar luces emanando de la sonaja, la reacción piezoeléctrica del cuarzo, ecualizando el ambiente.
Otros instrumentos utilizados son la chirimía, la flauta, el ehecatl, asociados con el Viento, con el Aliento de la Vida, su sonido induce al despertar de la conciencia.
El temazcal no se aplaude, no se golpea con las manos y los pies, pues es el vientre de la madre, es su carne la que está ahí representada. El júbilo se muestra con el toque de instrumento, con el canto. Se debe procurar que todos ingresen al temazcal con sonaja o algún instrumento musical de los ya mencionados especialmente, que permita la participación del grupo en todo el ritual.
El canto es parte fundamental del ritual de temazcal, con ello se va a honrar, a ofrendar en cada una de las “puertas”, manifestando gratitud a cada Viento, a cada elemento que forma parte de aquello que llamamos vida.
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