El Mito del Fracaso
Puede que esto te tome de sorpresa, pero el fracaso es una ilusión. Nadie fracasa en nada.
Todo lo que haces produce un resultado. Si estás intentando aprender a atrapar una pelota y alguien
te la tira y se te cae, no es que hayas fallado. Sencillamente, se ha producido un resultado. La
pregunta real es qué hacer con los resultados que produces. ¿Te vas llorando por haber fallado
atrapando la pelota, o dices “Tírame otra” hasta que terminas por atraparlas? El fracaso es un juicio.
No es más que una opinión. Procede de tus miedos, que pueden ser eliminados con amor. Amor
por ti mismo. Amor por lo que haces. Amor por los demás. Amor por tu planeta. Cuando tienes amor
dentro de ti, el miedo no puede sobrevivir. Reflexiona acerca del mensaje que hay en esta antigua
sabiduría: “El miedo llamó a la puerta. El amor contestó, y no había nadie”.
Esa música que oyes en tu interior, urgiéndote a que asumas riesgos y persigas tus sueños es
tu conexión intuitiva con el propósito que hay en tu corazón desde que naciste. Sé entusiasta en
todo lo que hagas. Ten esa pasión, sabiendo que la palabra “entusiasmo” significa literalmente
“El Dios (enthos) interior (iasm)”. La pasión que sientes es Dios dentro de ti, que está picoteándote
para que te arriesgues y seas la persona que eres.
Me he dado cuenta de que los riesgos que se perciben no son para nada tales riesgos, una vez
que transciendes tus miedos y dejas que entren en ti el amor y el respeto por ti mismo. Cuando
produces un resultado del que los demás se ríen, a ti también te da la risa. Cuando te respetas a ti
mismo, tropezar te permite reírte de ti mismo como tropezador ocasional. Cuando te amas y te
respetas a ti mismo, la desaprobación de alguien no es nada que haya que temer o evitar. El poeta
Rudyard Kipling declaró: “Si puedes alcanzar el triunfo y el desastre, y tratas a esos dos impostores
por igual… Tuyo son el corazón y todo lo que hay en él”. La palabra clave aquí es “impostores”.
No son reales. Sólo existen en la imaginación de la gente.
Sigue a tu cerebro derecho, escuchando cómo te sientes e interpretando tu propio y exclusivo
estilo musical. No tienes que temer a nada ni a nadie, y no volverás a sentir jamás ese terror a estar
yaciendo algún día en tu lecho de muerte diciendo: “¿Y qué pasa ahora si toda mi vida he estado
equivocado?”. El compañero invisible que está sobre tu hombro derecho te va a pinchar cada vez
que te estés apartando de tu propósito. Te va a obligar a que tomes conciencia de tu música. Así
que escúchalo, y no te mueras sin haber sacado afuera tu música.
Dr. Wayne Dyer
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