Nuestro cerebro realiza el mismo proceso cuando justificamos una elección real que cuando justificamos una irreal.
Si nos dan a elegir entre las fotos de dos mujeres, dos mermeladas e incluso dos partidos políticos y a través de un truco nos cambian nuestra elección, no sólo no nos damos cuenta en un alto porcentaje, sino que justificamos esa elección que en un principio no era la nuestra.
Este experimento cuestiona todas nuestras decisiones y demuestra que acabamos confabulando para justificar una decisión a posteriori. Y somos tan precisos y minuciosos justificando la elección que nos han hecho creer que era nuestra como cuando justificamos una elección sin haber sido engañados.
Tenemos la ilusión de que conocemos nuestra propia mente. Nadie te puede cuestionar lo que sabes sobre ti mismo, así que aprendemos a pensar y aceptar que cualquier cosa que decimos sobre nosotros mismos es cierta, y eso es una ilusión.
Extracto de una entrevista con Petter Johansson, filósofo y neurocientífico. La Vanguardia.
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