La evocación de la figura humana -diseñada incluso con ciertas referencias a su aspecto cósmico- y por ende la de los objetos producidos por ella e impregnados de sensaciones y recuerdos que los sitúan en una esfera distinta a la meramente funcional; la geometría que circunscribe espacios, tiempos y actos pero a la vez redime con su promesa cíclica; la transitoriedad, la introspección, el acto meditativo, son tan sólo algunos de los múltiples enfoques que pueden aplicarse a este nutrido y sólido grupo de relatos fragmentados en las pinturas que hoy exhibe el Navio del Arte.
José Luis Arbulú en sus obras denota la influencia por su tierra natal y por lo occidental europeo, pero siempre le interesó conocer el arte asiático. En China me alejó completamente del color y empezó a trabajar la tinta sobre papel en la Academia Central de Arte de Beijing donde estudió por cinco años'', dice José Luis Arbulú, de 55 años, natural del Puerto del Callao - Perú. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Lima y luego recibió becas para ir a Londres y a China, donde la pintura tiene tres vertientes: personajes (retratos), pájaros y flores y, montaña y agua (paisajes). De esas especialidades, el artista escogió montaña y agua porque estaba más apegada a la naturaleza. Cuando regresó al Perú, le costó mucho retomar el color. Además trajo consigo la influencia china, de la composición, de jugar con los espacios libres. Su pintura se divide en antes y después de su experiencia en China donde profundizó mucho más el dibujo y el estudio de la figura.
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