Como todas las mañanas, tomé mi auto rumbo al trabajo. Desde hace muchos años, habitualmente enciendo la radio.
Empecé el día escuchando el resumen noticioso: fraudes, corrupción, asesinatos, desastres, violaciones, contaminación; opiniones de los más reconocidos economistas asegurando que vamos directo al desastre; los politólogos con sus clásicas soluciones de bolsillo, anotando todas las equivocaciones del gobierno; los gurús de la verdad que nos pronostican un final trágico. Por vez primera tomé conciencia de que mi alimento espiritual de las mañanas era toda la mugre producida en el mundo. Me detuve en un puesto de periódicos, con los encabezados de los diarios mi dosis de negativismo aumentó considerablemente. Ahora me explico el mal humor que domina por las mañanas a la mayoría de las personas. Me dediqué el resto del trayecto a observar a quienes iban en otros autos y a quienes esperaban impacientes en la parada de los autobuses; algunos parecía que estaban ladrando; pocas, sí, muy pocas sonrisas; por supuesto, usted seguramente ya lo adivinó, esas sonrisas eran de niños y jóvenes, porque los adultos se veían como si estuvieran a punto de suicidarse.
Ser optimista en estos días equivale a ser un auténtico hereje; inclusive se le considera un cínico y atrevido a quien, a pesar de todos los males que nos aquejan, se atreve a sonreír.
La felicidad es una decisión, así como también lo es empantanamos en el pesimismo. El secreto para sonreír siempre es aceptar nuestra circunstancia, y si no estamos de acuerdo con ella, intentar modificarla con una actitud positiva, con la confianza de que lo lograremos. Piense, de todas maneras el tiempo transcurre, ¿por qué insistimos en permanecer en el lado oscuro, en lugar de vivir en la parte luminosa?
Debemos proteger nuestro cerebro en forma similar a la de un jardín del que tenemos que arrancar las malas hierbas, regarlo y fertilizarlo; que no significa perder contacto con la realidad, sino aprender a procesarla, no dejando que nos contamine y arrastre a la depresión, el resfriado común del espíritu. Para ello, es preciso tomar la dosis mínima necesaria de noticias para estar bien informado, buscar la lección constructiva que trae implícita cada noticia, por mala que ésta sea y lo más importante, alimentar nuestra mente con expectativas positivas, esperando siempre lo mejor, imaginando finales felices, visualizando el éxito en cada tarea que realicemos. La parte fundamental es decidir todos los días si seremos felices a pesar de las adversidades. Ser feliz es una decisión.
Miguel Ángel Cornejo
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