Cada uno inicia el viaje del autoconocimiento desde su singular punto de partida: la lectura de libros, el acercamiento a la naturaleza, la asistencia a cursos de yoga, tai-chi o dinámica de grupos, la indagación sobre sí que supone cualquier tipo de terapia o la inmersión directa en alguna de las múltiples técnicas de meditación.
Todos los caminos pueden conducir a la misma Roma: la toma de contacto con la esencia de quiénes somos en realidad, a través de las sucesivas identificaciones y desidentificaciones de cada etapa del camino, de acumular experiencias y conocimientos para despojarse y desaprender llegado el momento .
Mi destino quiso que iniciara la aventura de la conciencia con una de las metáforas más evidentes del compromiso que supone vivir para despertar de este gran sueño que llamamos vida.
Y para representar los distintos papeles del Gran Teatro del Mundo.
Viajar supone siempre salir de lo conocido, adentrarse en los universos del Otro, perder parte de los contornos de nuestro yo, formados de rutinas, seguridades, objetivos de corto alcance y paisajes conocidos .
Cuando miro hacia atrás sin ira, desde esta "estación benigna y dulce hora", como llamó Dante al medio del camino de la vida, emergen del fondo de la memoria algunas situaciones de mis viajes, como reflejos nítidos de la vida interior. Recuerdo haberme perdido un atardecer de primavera del 78...... La intuición y la necesidad me hicieron llegar caminando, a la casa......... Mucho tiempo después.... padecí varios oscurecimientos del Ser -depresiones en el lenguaje clínico o crisis existenciales desde mi perspectiva terapéutica actual-, que me recordaron la total desesperación de aquellos momentos. La única diferencia es que duraron varios meses, en vez de horas, y el reposo de la medianoche parecía no llegar nunca.
Muchas personas conocen este tipo de estados de alma en el que todas las candilejas parecen apagarse de golpe, las noches son largas, las auroras grises y el horizonte inexistente . Quien sale al otro lado del túnel no es la misma persona que entró en él.
En el peor de los casos, siempre le quedará grabado en la piel y en los huesos que fue capaz de salir, cuando vuelva a atravesar otra noche oscura del alma...
En el mejor de los casos, emergerá más compasiva y solidaria o, incluso, con la determinación -y cierta capacidad- de ayudar a las personas que atraviesan estos desiertos internos .
Este tipo de "pérdidas" que nos sacuden a veces, al igual que las pérdidas más definitivas de un ser querido, son los aldabonazos que realizan el milagro de resucitarnos cuando moribundeamos, en lugar de vivir plenamente con toda la intensidad de nuestros pulmones , con toda la pasión de nuestro corazón, con todo el anhelo de nuestra alma y con todo el éxtasis de nuestras células.
Tienes un blog estéticamente muy sugerente y su contenido audaz y lleno de preguntas, de búsqueda del autoconocimiento, de intentar asomarse a ver que hay más allá de este realidad.
ResponderBorrarMuy interesante, ten por seguro que te seguiré leyendo.
Besos.
Alejandro
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