Toma ahora mismo la firme decisión de duplicar la cantidad
de entusiasmo que has dedicado a tu trabajo y a tu vida.
Si llevas a cabo esta resolución verás resultados asombrosos.
Probablemente doblaras tus ingresos y duplicarás tu felicidad;
dales a tus hijos un solo regalo: el entusiasmo.
¿A qué te dedicas? ¿En qué trabajas? ¿Podrías decir que ese trabajo
te llena de satisfacción, de realización personal? Si tu trabajo tiene
algún valor, más vale que lo realices con entusiasmo.
Es deprimente el tener que ir todos los días a un trabajo, a la oficina,
al taller o al campo, y no sentir ninguna ilusión, no tener más remedio
que hacerlo. Valdría la pena intentar realizar lo mismo que haces
pero poniéndole todo lo que puedas de ti mismo: ilusión, esfuerzo,
interés, solamente para ver qué ocurre.
Decídete a amar tu trabajo; entonces ya no será una carga sino un placer.
Es muy posible que no necesites cambiar de trabajo para sentirte a gusto.
Si uno cambia de actitud, si uno se empeña en ver el lado bueno, positivo,
atractivo de sus tareas, éstas poco a poco se harán atractivas.
Tenemos que convencernos de una cosa: la facilidad o dificultad
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