Para su pueblo, los ancianos como usted atesoran, guardan y protegen todos los conocimientos de una cultura ancestral, ¿cuál es el legado que nos llega hasta hoy?
M.- “Nuestros pueblos, nuestro continente, eran una sola humanidad y una cultura. Durante los últimos 5 siglos nuestras culturas han pasado de labio a oído para poder ser rescatadas. Muchos de nuestros ritos como el temascal, la Danza del Sol, la Danza de la Tierra, la de la Noche se guardaron por todo este tiempo y se escondieron en los sitios más inhóspitos. Se buscaban los lugares más escondiditos para seguir celebrándolos y así conservarlos. Ahora, es el tiempo de poder irse abriendo a la humanidad y por ello nuestros conocimientos se están abriendo a todos cada vez más. De nuestros antepasados, de labio a oído, nos llegó un mensaje que dice: `Que los hombres cuiden a las mujeres, que los padres y las madres cuiden a sus hijos, sus hijas, a los niños, a los jóvenes. A los abuelos y abuelas que cuiden de que no se pierda el conocimiento. Pásenlo de labio a oído pero cuiden de que no se pierda. Porque vendrá un día en que el conocimiento se impartirá en círculos abiertos´. Ahora nuestro conocimiento se comparte ya de forma amplia, incluso hay libros que lo recogen. El que haya más o menos tatas y nanas (ancianos y ancianas-maestros y maestras) y que los compartan se debe en el primer caso a que a que el sincretismo ha mezclado las prácticas católicas con las nuestras y han ido desapareciendo las nuestras y sus maestros, y en el segundo, a que la tecnología llega a todos los lugares. Muchos de nuestro abuelos y abuelas también están en asilos y hospitales. Creo que al perder el poder de compartir sus conocimientos han entrado en una etapa de demasiados sentimientos interiores -los propios y los de las creencias diferentes- y se han enfermado”.
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