de Clarissa Pinkola Estés
Para todas las mujeres maduras y sagaces que están aprendiendo cuando es el momento justo para decir su verdad y no callar, o callar cuando el silencio es más fuerte que las palabras.
Para todas las mujeres que están llegando a la madurez, que están aprendiendo a ser gentiles cuando sería más fácil ser crueles, que saben poder herir cuando la situación lo reclama con un corte neto y preciso, que se están ejercitando a decir toda la verdad con toda piedad.
Para todas aquellas que violan las convenciones y estrechan la mano de los extranjeros saludándolos como si los hubieran visto crecer y los conocieran desde siempre...
Para todas aquellas que están aprendiendo a sacudir los huesos, remover las aguas, y la cama, pero también a aplacar la tempestad.
Para aquellas que custodian el aceite de las lámparas, que mantienen la calma en la vida cotidiana...
Para aquellas que perpetúan los rituales, que recuerdan como encender el fuego con un simple hilo y un sílice...
Para aquellas que recitan las antiguas plegarias, que recuerdan los símbolos, las formas, las palabras, las melodías, las danzas, y aquello que los ritos, en otro tiempo, buscaban aplacar....
Para aquellas que bendicen con frecuencia y con gusto a los demás...
Para aquellas mujeres maduras que no tienen miedo, o que si lo tienen, deciden de todos modos accionar con determinación...
Por ellas... que tengan una larga vida, en fuerza y en salud desplegando todas las velas de su inmenso espíritu.
Clarissa Pinkola Estés
Para todas las mujeres maduras y sagaces que están aprendiendo cuando es el momento justo para decir su verdad y no callar, o callar cuando el silencio es más fuerte que las palabras.
Para todas las mujeres que están llegando a la madurez, que están aprendiendo a ser gentiles cuando sería más fácil ser crueles, que saben poder herir cuando la situación lo reclama con un corte neto y preciso, que se están ejercitando a decir toda la verdad con toda piedad.
Para todas aquellas que violan las convenciones y estrechan la mano de los extranjeros saludándolos como si los hubieran visto crecer y los conocieran desde siempre...
Para todas aquellas que están aprendiendo a sacudir los huesos, remover las aguas, y la cama, pero también a aplacar la tempestad.
Para aquellas que custodian el aceite de las lámparas, que mantienen la calma en la vida cotidiana...
Para aquellas que perpetúan los rituales, que recuerdan como encender el fuego con un simple hilo y un sílice...
Para aquellas que recitan las antiguas plegarias, que recuerdan los símbolos, las formas, las palabras, las melodías, las danzas, y aquello que los ritos, en otro tiempo, buscaban aplacar....
Para aquellas que bendicen con frecuencia y con gusto a los demás...
Para aquellas mujeres maduras que no tienen miedo, o que si lo tienen, deciden de todos modos accionar con determinación...
Por ellas... que tengan una larga vida, en fuerza y en salud desplegando todas las velas de su inmenso espíritu.
Clarissa Pinkola Estés
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