El conocerse a sí mismo podría suponer un asunto interesantísimo para algunas personas, y para otras, un tema algo abstracto y difícil de comprender, requiriendo mucho esfuerzo y concentración para su cabal conceptualización.
Cuando hablamos de conocernos a nosotros mismos, no está referido al conocimiento que debemos tener acerca de nuestro cuerpo carnal. Tampoco se refiere a nuestros gustos o deseos por las cosas materiales o físicas; ni el nivel de aceptación o grado de conformidad con las cosas y situaciones que percibimos con los cinco sentidos.
En otras palabras, algunas personas podrían pensar y creer que se conocen a sí mismas cuando dicen: “yo soy muy calmado, pero si me sacan de mis casillas, soy capaz de arrasar con todo”. Otros pueden decir: “si alguien me lastima, me resiento mucho y no olvido fácilmente”. Otros pueden decir: “Si alguien me da un golpe, yo le devuelvo dos golpes”. Y así por el estilo.
No nos engañemos, eso no es conocerse a sí mismo, es tan solo saber cómo es nuestra actitud y reacción ante determinados estímulos. Sólo es conocer la forma en que nos manifestamos basados en hábitos y costumbres adquiridas. Saber cómo es nuestro carácter y personalidad no significa que ya tenemos verdadero autoconocimiento.
Conocernos a nosotros mismos es mucho más profundo. Es saber quiénes somos realmente, y qué somos en verdad. Al respecto, tengo la firme convicción de que somos hijos de Dios y por lo tanto, seres espirituales. Nuestra verdadera Esencia, Alma o Yo Verdadero, es la fuerza y energía vital que comanda y da vida a nuestro cuerpo carnal.
Somo la máxima autoexpresión de Dios, dotados de su: sabiduría, amor, vida, provisión, alegría y armonía infinitas. Estas virtudes podemos manifestar y concretar en nuestra vida diaria mediante el adecuado uso y dominio de nuestra mente consciente y subconsciente.
A partir de este autoconocimiento, podemos ser mejores seres humanos, mejores padres, mejores hijos, mejores amigos, mejores líderes, etc. Podemos entender y comprender mejor a los demás, podemos saber cómo triunfar y alcanzar éxito en nuestra vida, ser felices y dar felicidad a los demás.
La confianza en las propias acciones y en el propio punto de vista, encaminan nuestros sentidos hacia una sola dirección y ponen esmero y voluntad en hacer que se concrete.
Por otro lado, es muy importante también el autoconocimiento. El conocerse a sí mismo, le traerá amplios beneficios, ya que podrá controlarse y saber como actuar en diferentes ocasiones.
Ambos, la confianza en uno mismo y el conocerse a sí mismo, juegan de la mano en el camino del éxito, y se podrían considerar los primeros pasos. Es como cuando un infante aprende a gatear y luego a caminar.
Sun Ztu dijo “conócete a ti mismo, y estarás seguro en cualquier batalla”. La grandeza del autoconocimiento radica en poder dirigir la mente subconsciente y la fuerza espiritual en la dirección que queramos. El conocerse a sí mismo le permitirá potenciar sus fortalezas y reforzar sus debilidades. Haga caso a Sun Tzu e invierta tiempo en la ciencia del autoconocimiento.
Comentarios
Publicar un comentario