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La luz solar, aumenta las defensas y nuestro nivel de salud.



El hombre es un ser que tiene necesidad de luz para conservar su salud, puesto que. en su justa proporción, esta luz es una medicina. Es verdad que la luz solar puede provocar cáncer de piel, pero existen numerosas pruebas que documentan cómo una correcta iluminación puede curar enfermedades, como osteoporosis, esclerosis múltiple, algunos tipos de cáncer (colon, ovarios, próstata, pecho), diabetes y enfermedades cardiovasculares.

Son muchas más las enfermedades que la luz puede curar que las que puede ocasionar por una exposición excesiva. 

Considerando esto, surge naturalmente el impulso de desarrollar un estilo de vida adecuado a una correcta exposición del cuerpo al sol. La vida sedentaria delante del televisor o el ordenador que la mayoría de la gente adopta no es saludable y no permite al sol poder brindar su acción preventiva y curativa de la que es capaz. Esto provoca un sistema inmunitario más débil, más enfermedades y el consumo de más medicamentos. 
La correcta exposición al sol, equilibrada y gradual, durante todo el año, es una fuente extraordinaria de prevención y de salud. 

La dosis diaria de sol adecuada varía en función de la edad y el tipo de piel: de media, 10-15 minutos para ancianos, y 20-25 minutos para jóvenes. Las pieles más oscuras, producen menos vitamina D, necesitan de una cantidad de luz mayor, respecto a las pieles claras que tienden a quemarse primero. En definitiva, la vida al aire libre tiene sus ventajas. Pero, ¿por qué tenemos necesidad de luz solar? ¿Por qué la luz del sol tiene efectos beneficiosos sobre nuestra salud? 

La luz del sol es directamente responsable de la producción de vitamina D en nuestro cuerpo. Aunque esta sustancia viene producida, casi por completo, por lo que comemos, es activada sólo gracias a los rayos ultravioletas de la luz solar. 

Los factores que inciden en la presencia de vitamina D en el organismo son principalmente 4: la cantidad y la intensidad de luz a la cual se expone, la tipología de la piel (más o menos oscura), la alimentación y el propio código genético. 

La importancia y las funciones de la vitamina D son verdaderamente impresionantes: 

Sirve para fijar el calcio en los huesos (osteoporosis, osteomalacia), previene los resfriados, las enfermedades auto-inmunes y otras más graves como el asma. Su función es asociada también a la prevención de algunos tumores (colon, próstata, ovarios, pecho), diabetes, enfermedades cardiovasculares, regula el buen funcionamiento del hígado e intestino, reduce el riesgo de Parkinson, ayuda a no engordar. Está implicada en el correcto desarrollo muscular en la adolescencia y regula el colesterol. Éstas son sólo algunas de las funciones de esta vitamina, sin tener en cuenta todas las funciones ligadas a la atención y al resto de funciones cognitivas. Para tener una correcta cantidad de vitamina D es necesaria una correcta alimentación y una justa exposición al sol.

La Vitamina D para ser activada en nuestro organismo tiene necesidad de los rayos ultravioletas de la luz solar.

La longitud de onda que favorece la síntesis esta comprendida entre los 290 y los 315 nanómetros, que corresponden a la radiación ultravioleta conocida como rayos UVB. La Vitamina D es soluble en grasa y por tanto, viene almacenada (especialmente en el hígado) cuando es producida en exceso, sobretodo en verano, donde tenemos una cantidad elevada de luz solar. Por ello el ser humano tiene la posibilidad de crear excedentes de esta vitamina que puede durar incluso meses, en el período del año en que la luz solar se reduce (invierno). No obstante esto,si la persona no se expone adecuadamente al sol durante todo el año, puede verificarse una carencia de vitamina D en el organismo. 

La International Osteoporosis Foundation ha publicado un artículo desconcertante que se titula “Global Vitamin D and determinants of hypovitaminosis”, en el que proporcionan datos que comprueban que, debido al estilo de vida “de encierro” de occidente, delante de un televisor u ordenador, se observan grandes partes de población que ya muestran una grave carencia de esta vitamina. 
El cuerpo humano adquiere la Vitamina D mediante la alimentación (aproximadamente una cuarta parte) pero la mayor parte viene sintetizada a través de la piel, mediante el contacto con la luz solar. De aquí la importancia de exponer adecuadamente el cuerpo al sol.

El primer mito que tendríamos que disipar, que ha estado construido a lo largo de años de campaña mediática contra el sol, es que la luz solar es siempre dañina para la piel y que provoca cáncer. Esta afirmación es cierta solo en parte, porque también es cierto que la luz del sol puede curar enfermedades como la soriasis, infecciones bacterianas y un tipo de cáncer conocido como Micosis fungoide. De modo que la luz del sol puede tanto dañar la piel como curarla, todo depende de la modalidad y del tiempo de exposición. 

Es curioso destacar alguna información sobre la que se basa la campaña de prevención realizada por el Skin Cancer Prevention Working Party de Inglaterra. En 1997 fue publicado un documento que aconsejaba protegerse del sol y declaraba que broncearse no era seguro, indicando cuatro consejos fundamentales: evitar el sol desde las 11 hasta las 15h, permanecer en la sombra, protegerse con prendas de vestir (camisetas, pantalones, camisas de manga larga y sombreros) y utilizar crema solar para protegerse de los rayos ultravioletas.

La pregunta que surge espontáneamente es esta: aunque estas indicaciones seguramente sean preventivas para reducir el tumor en la piel, ¿Se tiene en cuenta la reducción de la Vitamina D (y todas las enfermedades que derivan de su carencia) que viene causada por la ausencia del contacto de la luz sobre la piel?

Aunque por un lado se quiera desarrollar una acción preventiva, por el otro se bloquea la síntesis de Vitamina D. Otro ejemplo digno de ser mencionado, va en relación a la luz ultravioleta y la disminución de la presión sanguínea: según los estudios científicos, los rayos UVB (280-315nm) harían bajar la presión sanguínea mientras que los UVA (315-400nm) no influenciarían en este sentido.

Ahora sigamos este razonamiento: Si las cremas protectoras solares bloquean la acción de los rayos UVB y la consecuente síntesis de la Vitamina D, en teoría tendrían que bloquear también la disminución de la presión sanguínea debida a la luz del sol. Esto causaría más enfermos de hipertensión y de colesterol.¿Sabíais que en América las personas que sufren de hipertensión son alrededor de los 50 millones?¿Cuántos millones de dólares perdería la industria farmacéutica y la cosmética si se redujera la hipertensión naturalmente y si se redujera el abuso de crema solar gracias a una correcta relación con la luz solar? Existe también otro círculo vicioso: las enfermedades debidas a los efectos colaterales de los fármacos contra la hipertensión y el colesterol. También esto contribuye a acrecentar el volumen de negocio que se genera alrededor de los medicamentos. 

¿Y si bastara simplemente con estar al aire libre, en contacto con el sol, modificando el estilo de vida conscientemente?¿Os parece una hipótesis arriesgada?

Aquí está el fascinante proceso a través de cual nuestra piel transforma la luz en Vitamina D:

La luz penetra a través de la piel gracias a los rayos UV y transforma una pro hormona llamada 7- dehidrocolesterol en una previtamina D3. En un periodo que varía entre las 24 y las 36 horas, esta previtamina se transforma en Vitamina D3 que pasa de la piel a la sangre alcanzando el hígado y el riñón. Aquí se vuelve una hormona activa: el Soltriol, la hormona de la luz (1,25 dihidroxivitamina D3). Este es el proceso que sigue nuestro organismo para sintetizar la vitamina D3 a partir de la luz del sol. La longitud de onda que sintetiza la Vitamina D3 es la misma que causa el bronceado (que van de los 290 a los 320 nm) y por ello, limitar la exposición a los rayos ultravioletas con excesivo uso de cremas o cubriéndose, reduce también nuestras reservas de Vitamina D3, que podrían no ser suficientes para todo el año y causar enfermedades conectadas a esta deficiencia.
Pero no debemos ser integristas en la interpretación de estas palabras porque no es necesario broncearse para permitir que la piel sintetice la Vitamina D3, y la exposición prolongada al sol no produce un aumento en la cantidad de ésta. 

De hecho, más o menos el 15% de la pro-hormona (7-dehidrocolesterol) presente en la piel, se transforma en Vitamina D3, mientras que el resto se transforma en sustancias inertes después de una exposición prolongada al sol. Es por esto que no es necesario estar horas y horas bajo el sol para que su luz desarrolle su función médica.

Los principales factores a tener en cuenta en la exposición al sol son: 

Las horas y el lugar en el que se está expuesto: las horas punta (de las 11 a las 15h) son las de mayor incidencia; atención también a la latitud en la que os encontráis.
El tipo de piel en relación a la duración de la exposición: si es más o menos sensible a la luz. Esto depende del color de la piel y de la raza. En general las pieles claras son mucho más sensibles y en algunos casos no consiguen broncearse sino que solo llegan a quemarse. Cuanto más sensible sea la piel menos tiempo será necesario exponerla. La duración de la exposición máxima al sol varía de los 20 minutos de sol estivo para las pieles más sensibles y no habituadas a exponerse, hasta los 70 minutos para las razas indianas y sudamericanas. Claramente para las razas africanas con piel negra, el alto contenido en melanina hace un filtro capaz de bloquear los rayos ultravioletas y de garantizar largos periodos de exposición sin quemarse.
Los medicamentos que se tomen: algunos medicamentos aumentan la sensibilidad al sol y es necesario informarse sobre las indicaciones del producto, sobretodo en caso de los antihistamínicos, antibióticos, tranquilizantes, diuréticos, antidiabéticos, anticonceptivos orales.
El mes de exposición: los meses de verano son claramente en los que la incidencia de los rayos solares es mayor.
En definitiva pienso que el mejor medio para relacionarse con la luz del sol es el sentido común individual y aquello que cada uno siente en relación a la información que tenemos a disposición.Cierto es que el sol, más que una cura para nuestro cuerpo, es una medicina para nuestro espíritu...

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