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Se puede ser sincero


Ser sincero es tener la virtud de decir siempre la verdad; y es una virtud porque el que no miente es también honesto, confiable y digno de respeto; y es tanto lo que se logra con estas cualidades que muchos que no las tienen las aparentan para gozar de sus beneficios.

El que es sincero lo refleja en cada pequeño acto de su vida y en cada una de sus palabras, aunque no sea cosa fácil porque a veces la verdad duele.

Por esta razón, además de ser sincera, una persona tiene que ser compasiva y discreta y no irse de boca y decir todo sin ningún miramiento, porque puede ofender sin necesidad, siendo lo mejor limitarse a expresar sólo lo que corresponde.

Al que no es sincero, la falta de sinceridad le puede resultar cómoda, permitirle pasarla bien o sacar ventajas de engañar a otros; aunque sepa que las mentiras tienen patas cortas y a la larga salen a la luz y se descubren; pero no hay ninguna duda que lo que perderá habiendo mentido será mucho más importante que lo que obtendrá.

El engaño es el arte de vivir la vida como si uno fuera al mismo tiempo otro. Es estar dividido y pretender llevar una doble vida al mismo tiempo, quedando bien con Dios y con el diablo o mal con los dos.

La ausencia de sinceridad es falta de coherencia interna, cuando se piensa una cosa, se dice otra y se hace otra.

La persona que no es sincera es imprevisible, no se compromete y cuando miente pretende por lo general dos objetivos que se contraponen entre sí que lo obligan a no ser sincero. El mentiroso no puede elegir, porque no puede renunciar a ninguna de las alternativas.

Podemos ser siempre sinceros porque no tenemos necesidad de decir todo lo que pensamos, pero si decidimos decir algo tenemos la obligación de decir lo mismo que pensamos.

Es difícil a veces saber con exactitud cuál es la verdad, pero comete menos errores quien es fiel a sí mismo, porque actúa de buena fe.

Saber callar no es mentir, es no decir a los otros lo que a nosotros no nos gustaría oír.

Es importante estar dispuesto a ser sincero cuando es necesario y nuestra sinceridad puede evitar un daño.

Ser sincero no significa pregonar las propias miserias ni estar orgulloso de ellas, sino actuar de acuerdo a la propia convicción respetando la opinión ajena sin necesitar su apoyo ni que piensen lo mismo.

La persona sincera con los demás no se engaña a sí misma, tiene su mente en orden, sin conflicto y puede ser auténtica.

El que es sincero también es leal y no cambia de idea sin razón, no se aprovecha de las ventajas mezquinas que le puede proporcionar una mentira, porque puede darse cuenta que tarde o temprano la verdad se impone.

Se puede ser mucho tiempo sincero pero una sola mentira será suficiente para perder la credibilidad.

Sólo el que es sincero es capaz de aceptar la verdad en la que cree otro, porque se da cuenta que otra forma de pensar siempre es un complemento y parte de la verdad.

La sinceridad es la que nos permite vivir en paz con nosotros mismos y con los demás, ser espontáneos, cumplir con nuestras promesas, hablar claro, actuar con rectitud y pensar con justicia.

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